Delia Cabrera
Reconocen de manera generalizada los economistas que ser bello es rentable, según nos informaba ayer El País comentando un reciente estudio de dos economistas. Dicho estudio confirma no sólo que las personas atractivas perciben mayor sueldo por el mismo trabajo; también establece que entre un 15 y un 20% de este superior rendimiento salarial procede de la confianza que sienten los guapos en si mismos y calcula en un 40% el efecto derivado de la comunicación oral y visual.
Siendo como soy proclive a aceptar las conclusiones de tan sesudos informes y sin entrar a discutir su utilidad, por haber sido ya objeto de debate en este blog a propósito de contenidos más enjundiosos, me llama grandemente la atención el enfoque asexual de la noticia, que no parece distinguir entre guapos y guapas, a los que se menciona como aspirantes, candidatos o solicitantes. Concluyo, por consiguiente, que esta prima de belleza, como parece que se denomina al sobresueldo que perciben los agraciados por su cara bonita, no discrimina entre hombres y mujeres.
El susodicho estudio no aclara si los guapos, gracias a su autoconfianza y cualidades comunicativas aparejadas a su belleza, desempeñan su trabajo con mayor eficacia que los feos. De no confirmarse esta hipótesis, mediante un riguroso y extenso estudio (quizás la selección discriminatoria de los participantes debería encomendarse a alguna reputada Facultad de Bellas Artes), propongo la impresión de tal informe en formato libro, con abundantes ilustraciones y una extensa tirada, y su distribución gratuita a través de las diferentes Cámaras de Comercio a todos los empresarios (quizás se pueda prescindir de los autónomos), porque, aunque seguramente ya saben que quien algo quiere, algo le cuesta, podrían decidir que, puesto que alegrarse la vista con la belleza aligera su bolsillo, les trae más a cuenta mirar hacia otro lado con tal de aumentar sus beneficios, contribuyendo, de paso, a incrementar la igualdad social, que es lo principal.
También me permito aconsejar el envío, por aquello de contribuir a la construcción de Europa, de un ejemplar, que podría ser traducido con cargo a los fondos europeos, al actual presidente de muy selecto club organizador del torneo de tenis de Wimbledon, quien haciendo caso omiso a la discriminación por motivo de belleza física –muy comprensible si tenemos en cuenta cómo están casi todos los y las tenistas–, se empeña en mantener la de género, defendiendo la inferior cuantía de los premios femeninos. Y es que, pese a reconocer que las tenistas generan más negocio, al venderse más entradas y más caras en los partidos de damas, su argumento no ofrece resquicio: equiparar los premios supondría “hacer algo que sería profundamente injusto contra los hombres”. Y, claro, de qué nos serviría tal igualdad sin justicia.
Por supuesto, sería conveniente que la Seguridad Social, aprovechando el cuantioso ahorro que va a conseguir gracias a la renuncia de los fumadores –guapos y feos, hombres y mujeres– al tabaco, incluya entre sus prestaciones gratuitas todos los múltiples tratamientos de belleza, incluida la cirugía estética, de probada eficacia para acabar con esta discriminación, pues no conviene confiar a los mecanismos del mercado y la libre competencia asuntos que, como el de la igualdad, son de interés general. Aquí no me atrevo ya a recomendar la elaboración de un nuevo informe, aunque presumo que podría ser de gran utilidad.
LZ-III
9:41 | 28 Abril 2006 | Permalink
Mi más rotunda oposición, porque el artículo trata de acabar con la libertad de mercado proponiendo medidas intervencionistas en el terreno económico. La típica propuesta de la fea resentida para acabar con la ventaja comparativa de la que disfrutamos los guapos.
Arcadio Tijera
10:36 | 28 Abril 2006 | Permalink
El otro día una asociación de guías turísticos de Lanzarote denunciaba que un touroperador había pedido guías guapas.
Guapas-guapos, feas-feos, gordas-esqueléticas, metrosexuales-tradicionales.
El estudio es bastante triste, los guapos ganan más por ser guapos.
Mati
11:07 | 28 Abril 2006 | Permalink
Pues a mí no me parece que el estudio sea triste, sino una anécdota pero muy real. Creo que conviene que asumamos la realidad en lugar de estar siempre soñando con el mundo perfecto, y si lo hacemos con sentido del humor, como el artículo de Delia, pues mucho mejor.
Delia Cabrera
11:41 | 28 Abril 2006 | Permalink
La prima de belleza nos parece intuitivamente más injusta que la de inteligencia, que seguro que también existe. Pero, en definitiva, ¿qué han hecho los listos para merecerla? Pues lo mismo que los guapos: nacer siéndolo. Se puede argüir que la inteligencia necesita esfuerzo y dedicación para que fructifique, pero no dudo que un estudio desvelaría que, hoy por hoy, si no siempre, el dedicado a la belleza es todavía mayor.
Probablemente nuestra mayor permisibilidad hacia la prima de inteligencia se explique por su mayor diversidad y mejor reparto. Pues no sólo parece haberla de muy diferentes tipos (emocional, intuitiva, racional, espacial…) sino también estar mejor distribuida (¿a ver si no quién se considera tonto?). Sin olvidar que todos conocemos tontos de gran éxisto que además se creen lumbreras y muy pocos feos que se crean bellos. Yo, si me dieran a elegir, prefería ser tonta que fea, pues como tonta aún podría tener éxito, pero siendo fea estoy condenada al resentimiento.