Domingo, 30 de Abril de 2006

La condición oceánica

Teresa Cárdenes

[La Provincia, 29 de abril de 2006]

Más allá de la apasionante ristra de enmiendas (287) que el Grupo Popular presentó ayer a la propuesta de reforma del Estatuto de Autonomía de Canarias, los símbolos emergen como un alimento funcional y nutritivo para el espíritu patriótico eclipsando cualquier otra profunda reflexión sobre techos competenciales, derechos civiles o tributos. Y si no que le pregunten a Coalición Canaria, que ha incluido entre sus correcciones la pretensión de oficializar la bandera tricolor con las siete estrellas verdes porque, según dice José Miguel González, aun a riesgo de introducir un momento independentista en la reforma estatutaria, hay que convertir en Derecho lo que está en la calle.

Es lo que tiene el singular nacionalismo practicado por Coalición Canaria, una cobaya política nacida hace trece años para dar casa común a los desheredados del centrismo y la izquierda sin futuro más allá de las fronteras del PSOE, que lo mismo reclama una Agencia Tributaria única y una Policía autonómica y digiere toneladas de euros presupuestarios sin descabalgarse del poder, que trata de popularizar su discurso apropiándose de un símbolo asociado al canarismo cubillista porque eso le distingue frente al autonomismo andaluz del Partido Socialista Canario y la contra a la que se ha lanzado el PP. Con todo, el gran momento de ayer en lo tocante al Estatuto correspondió a Adán Martín, a juicio del cual todos los canarios podremos sentirnos más cómodos cuando nuestro Estatuto nos defina como “Archipiélago atlántico oceánico”. Y allá ustedes si, en lugar de más cómodos, lo que se quedan es sumergidos en un colosal interrogante acerca de las cualidades, virtudes, propiedades o beneficios que aporta esa condición oceánica de esta nuestra comunidad. O si, aún aturdidos por la emoción de la bandera tricolor, no acaban de metabolizar que, en lugar de oceánicos, no podamos ser volcánicos como el padre Teide, pétreos como el Nublo o, ya puestos, incluso lunáticos, a la manera de los mares de lava conejeros. Ya en la reforma estatutaria anterior nos dejaron como herencia esa absurda (al menos desde el punto de vista del lenguaje) definición de Canarias como nacionalidad. Ahora vamos a más, oceánicamente hablando.