Lunes, 31 de Julio de 2006

Tres años de política insular

Jorge Marsá

La semana pasada, consideraba Jaime Puig que el del último año había sido “El peor Cabildo de la historia”. Es posible que considerara bien. No obstante, el más reciente no nos puede hacer olvidar que han sido tres los años transcurridos de esta legislatura. Y puede decirse, además, que está todo el pescado vendido, que en el año que resta no se espera más de una institución que, en realidad, carece de gobierno, que la llevan una serie de consejeros que van cada uno a su aire y para los que cualquier oportunidad de oponerse a lo que hacen sus socios del otro partido es bienvenida.

Ahora bien, si consideramos los tres años, han pasado cosas; no muy edificantes, es cierto, pero significativas. Probablemente dos cuestiones hayan destacado por encima del resto: la primera, la nueva crisis del PIL; la última, el fracaso de la renovación en el PSOE.

Comenzó la legislatura de la forma más impropia que imaginarse quepa en un Estado de derecho, con la primera institución insular gobernada por un condenado por la Justicia. Después, cuando Dimas Martín entró en la cárcel, comenzó la última de las crisis del PIL, comenzó el principio del fin del factotum de la política insular de las dos últimas décadas. El panorama que se preveía llevó a la mayoría de los cargos públicos del partido a traicionar a su líder y a buscar cobijo en puerto seguro, en CC. Hoy, que Dimas Martín está a punto de volver a prisión, y esta vez para más tiempo, sabemos que el PIL no volverá a ser lo que fue, aunque no podamos saber exactamente lo que será, la fuerza que conservará. Pero estamos en condiciones de asegurar que la caída de Dimas Martín no ha supuesto la regeneración política insular que algunos pensaban, o deseaban, que acompañaría a su declive.

En este proceso, CC intentó una nueva OPA hostil al PIL, una “adquisición” que le permitiera remontar el gris recorrido que ha caracterizado a este partido en Lanzarote. Pocos dudan de que esa OPA estaba pactada con quienes lideraban a los cargos públicos del PIL, que ApL no ha sido más que un intento de lavar la cara a un acuerdo que, de una u otra forma, acabará concretándose y que es contrario al espíritu y a la letra del pacto antitransfugismo. No parece preocuparles mucho; no será la primera vez que las cabezas del cartel electoral de CC son tránsfugas del PIL. Sin embargo, las perspectivas de CC no son en este momento muy halagüeñas, parece que sus resultados volverán a estar teñidos de gris.

CC no se ha terminado de recuperar de la pérdida del PNL. Aunque tampoco este partido parece en condiciones de obtener grandes resultados. Lo precario de su situación política les lleva a posiciones que podríamos calificar de “esquizofrénicas”: un día hacen gala de su apuesta por la contención del crecimiento turístico; al día siguiente se dan cuenta de que entre sus líderes se encuentra José Francisco Reyes, el adalid del crecimiento y el político más cuestionado en la Isla en esta materia; hay quien se extraña de lo mucho que está tardando en vérselas con la Justicia. En fin, un día se refieren a la regeneración y a las nuevas formas de hacer política, y podría ser que acabara por confirmarse que Juan Carlos Becerra y Pedro de Armas iban compartir cartel electoral con Dimas Martín o los suyos: de aquellos odios, estos ridículos.

Hay que recordar que el primer partido que pactó con Dimas Martín su integración en el equipo de gobierno del Cabildo fue el PP. Los populares comenzaron la legislatura dando la impresión de que, por fin, estaban en condiciones de salir de la posición marginal que siempre habían tenido en Lanzarote. Por el contrario, el PP ha vuelto a la casilla de partida, y en peores condiciones, porque ha perdido una buena parte de su capital humano, hasta el punto de que ni a realizar un congreso se atreven. En la primera gran crisis del Cabildo fueron traicionados por José Manuel Soria; en la segunda, por Manuel Fajardo; y en ambas, por su torpeza.

Alternativa Ciudadana ha confirmado que su reino no es de este mundo, que con ellos no se cuenta, ni para lo bueno ni para lo malo, ni para nada. La organización se dedica al teatro y a la ideología, dicho de otra forma, a montar espectáculos y a cargarse de razón. Así que, como no es la política asunto que este partido considere propio, a nadie puede extrañar que, pese al éxito electoral, su influencia en la política insular haya sido tan escasa. Pese a ello, la actuación de los que actúan, y el nivel político de un sector de la población siempre abierto al populismo, de derechas o de izquierdas, hace que sus expectativas de que se incremente el “voto del cabreo” se vean confirmadas por las encuestas.

El fracaso socialista

En una situación política como la dibujada, pocas dudas había de que el futuro era de los socialistas, de que ganarían con claridad las elecciones de 2020. Aún es probable que el PSOE sea el partido más votado en esa fecha, pero parece seguro que su resultado se alejará notablemente del que podía haber sido de no haber fracasado su proceso de renovación. No es lo mismo ganar con un triste 27 ó 28% que haberse acercado al 40%, cifra que, por expectativas y por cómo estaban sus adversarios, no constituía ninguna quimera.

El fracaso de Manuel Fajardo ha sido de consideración: sus meteduras de pata han jalonado los seis años que lleva de secretario general, tiempo durante el cual ha resultado incapaz incluso de imponerse en su propio partido, que sigue en las manos de Miguel Ángel Leal, quien no ha tenido empacho en declararle abiertamente la guerra con la impresentable aprobación del PEPA en el Ayuntamiento de Arrecife, esto es, de aprobar lo que Manuel Fajardo y Carlos Espino, el número uno y dos del partido, defendían que no debía aprobarse.

No obstante, el crédito político de Fajardo comenzó a agotarse con el pacto de gobierno que alcanzó hace poco más de un año con sus más claros adversarios, con CC y los tránsfugas, con quienes hoy aparecen como los únicos beneficiados del acuerdo. Y el crédito “ético” quedó en números rojos en esa ocasión al traicionar de mala manera sus acuerdos con el PP. Parecían pensar los socialistas que todo quedaría olvidado con el paso del tiempo y con su acción de gobierno. Y el tiempo ha pasado, pero su acción de gobierno durante el último año ha puesto de relieve la incapacidad para la política del que un día se consideró el “mirlo blanco” socialista.

No parece exagerado decir que el PSOE no ha dado una a derechas, ni a izquierdas, durante este año. Hasta la fecha, sus socios de gobierno han logrado acabar con sus dos apuestas fundamentales: la contención del crecimiento turístico y el urbanismo de la capital. El PSOE no sólo ha sido incapaz de sacar adelante su Plan Territorial, sino que ha visto incluso cómo desautorizaban a su consejero. ¡Quién hubiera dicho hace un año que una persona como Inés Rojas iba a torear de semejante forma a Manuel Fajardo y a Carlos Espino! Y en Arrecife tres cuartos de lo mismo: pese a tener la concejalía de urbanismo, la fraudulenta Adaptación Básica de María Isabel Déniz sigue sin corregirse, el catálogo de Patrimonio es el que es y aprobado de la forma en lo fue. Y la última guinda ha sido la que comentábamos, que los concejales socialistas apoyaran el modelo urbanístico de la alcaldesa, el PEPA contra el que ellos mismos habían alegado.

Hay quien piensa que la aprobación del PEPA supone el definitivo certificado de defunción de lo que hace seis años se llamó la regeneración del PSOE. Hay quien piensa que a Manuel Fajardo ya poco le queda: un gesto para abandonar el escenario dignamente, o salir por la puerta de atrás del partido de Miguel Ángel Leal. El comité insular que los socialistas celebraron el viernes deja poco lugar para la esperanza: nada ni a nadie se cuestionó allí.

Podría pensarse que tan sonoro fracaso socialista tampoco puede beneficiar al sector “pilista” del PSOE. No es ese el problema de Miguel Ángel Leal; su problema es que no estaría en condiciones de controlar férreamente un partido pujante, un partido con expectativas y personas capaces de impulsarlas. Su capacidad es limitada, y lo sabe; así que mejor un partido a su medida y con el 27 ó 28% de los votos que un partido triunfador en el que su papel tendría que ser por fuerza bien distinto. Mejor rodearse de mediocres que abrir el partido a quienes probablemente acabarían siendo sus sepultureros. Además, en 2020 va resultar tarea sencilla la suya: partido ganador (con los efectos Zapatero y Aguilar y la situación de los adversarios será suficiente); pocas cuentas le pedirán por lo que no ganó, por lo pírrico de la victoria. Y Leal se encontrara en su ecosistema político ideal: el pacto con el PIL o con los ex-PIL.

En fin, dos han sido en mi opinión los nombres propios de esta legislatura que doy por amortizada: Dimás Martín y Manuel Fajardo. A los dos les queda ya poco recorrido, uno se encamina hacia la cárcel y el otro hacia su casa (la duda es si antes o después de la cita electoral), ninguno deja tras de sí gran cosa. Pero la triste situación de la política insular no termina ahí: el Cabildo y el Ayuntamiento de la capital presididos por dos tránsfugas; piensen en los personajes que presiden los otros seis ayuntamientos; añádanle a la suma la muerte por inanición o por asalto de partido de aquello que pomposamente llamábamos “la sociedad civil”, la guerra empresarial y las escaramuzas en el ámbito de los medios, y el resultado es… el panorama de la política en Lanzarote.