Martes, 13 de Junio de 2006

Lanzatopía

Fernando Marcet Manrique

Lanzatopía es una isla situada en algún lugar inconcreto del océano. En realidad poco importa su ubicación exacta, porque las coordenadas no son más que eso, unos números humanos. Números fabricados por cartógrafos, mecanógrafos, y otros tantos grafos más para que sus barcos no se pierdan. Pues hemos de recordar que nada teme tanto un grafo como la pérdida. Su pérdida, la pérdida de lo que tiene, la pérdida de lo que no tiene. Nosotros no somos barcos ni somos grafos, así que no hablaremos de coordenadas ni de ordenadas. Sólo hablaremos de Lanzatopía.

Muchos dicen que Lanzatopía no existe, muchos dicen que jamás existió, que jamás existirá. Pero yo sé que se engañan. Y lo sé porque estuve allí. No mucho tiempo, es verdad, pero sí el suficiente como para que su recuerdo permanezca en mi memoria hasta el mismo día que me lo lleve a la tumba (perdón por el dramatismo).

Por ahí hay algunos que también saben que Lanzatopía existe, tal vez también estuvieran allí. Pero no se atreven a decirlo, no vayan a llamarles optimistas o algún ista peor que ése. No es que yo vaya a recriminar esas actitudes. La cautela es cosa de hombres sabios. Y también es de hombres sabios preferir el silencio a la palabra conflictiva.

Lo que pasa es que yo no soy sabio. No lo soy, jamás lo he sido, aunque alguna vez lo pretendí. Así que no puedo dejar de hablar de Lanzatopía, por mucho que la prudencia me conmine a callar.

En Lanzatopía las gentes tienen muchas virtudes. No vayan a pensar que no discuten, no vayan a pensar que no lloran, porque no es eso. Los lanzatopeños saben que la felicidad no consiste en ser felices, sino sólo en tratar de serlo. Eso es lo más extraordinario que tienen. Saben que jamás llegarán a ser plenamente felices, pues la felicidad absoluta es cosa propia de los cuerpos muertos, no de los vivos. Pero, aun sabiendo esto muy bien, hacen como si no fuera con ellos la cosa. Porque la resignación es cosa propia de los cuerpos muertos, no de los vivos. ¿Y cómo hacen los de Lanzatopía para aunar estos dos conceptos aparentemente incompatibles? Pues de una forma bastante curiosa. Ya digo que estas gentes de Lanzatopía son realmente extraordinarias. Para buscar esa felicidad que jamás alcanzarán simplemente se dedican a vivir. Bueno, eso lo hacemos todos, dirán ustedes. Vaya una cosa, vivir. Pero es que los lanzatopeños cuando viven, viven de verdad. Todos sus actos, todas sus empresas, todos sus ayuntamientos, todas sus concejalías, todos sus organismos y estamentos públicos, privados, arrendados, todos sus campos, todas sus construcciones, todos sus molinos de viento, todos sus aeropuertos, sus bicis, sus coches, sus taxis, sus discursos, todos sus trajes, sus corbatas, sus pendientes, sus fiestas, todas sus comidas, sus elecciones, sus estatutos, sus televisiones, sus radios, sus periódicos, todo, todo, está concebido con un solo propósito. Vivir. No para vivir luego, ni para vivir pasado mañana. No para que vivan sus hijos, ni para que vivan sus nietos. Para vivir bien, pero no necesariamente, para vivir mucho, pero no es que sea imprescindible. De lo que se trata es de vivir. Vivir ellos y vivir ahora.

Sí, estos de Lanzatopía no están completos del todo, yo también lo reconozco. ¿Es que acaso no tienen bancos? ¿Es que no piensan en el mañana? ¿Es que acaso se dedican a fornicar y a vivir como animales, sin proyectos de futuro, sin normas ni reglas? ¿Son acaso estos de lanzatopía unos hippies de esos? ¿Unos comunistas harapientos? La verdad es que no sabría contestar a todas estas preguntas. Yo estuve poco tiempo allí, y me quedaron muchas preguntas por hacer. Pero por lo que creí entender cuando trataron de explicármelo, a mí me pareció que ellos se preocupaban especialmente por poner énfasis en el “somos”, más que en el “tenemos”. Tenían posesiones, y no se podía decir que allí todo fuera de todos, ni que vivieran de cualquier manera. Porque aunque ellos se preocuparan especialmente de vivir su ahora, también ponían cuidado en que quienes vinieran después de ellos también pudieran vivir su ahora. Y que el ahora de los que vinieran después de ellos fuera aun más completo que su propio ahora. Y que el ahora de quienes vivían al mismo tiempo que ellos fuera un ahora tan provechoso como el suyo propio. Esto exigía cierta mentalidad especial, y cierta contemplación de normas difícilmente entendibles por nosotros. Así que no haré más esfuerzos por tratar de explicar algo que yo tampoco termino de comprender.

Simplemente concluiré diciendo que Lanzatopía existe. Es una isla, y yo la he visto.