Fernando Marcet Manrique
Nota previa: Antes que nada quisiera decir que éste no es un alegato contra la clase política. Sino un alegato contra un sistema que convierte a los políticos en adversarios, contrincantes inmersos en una competición que deja al margen cualquier consideración que no sea la búsqueda del objetivo final. Ganar las elecciones.
He releído El Príncipe de Maquiavelo, por enésima vez, y nunca deja de sorprenderme la innegable actualidad de su mensaje.
Este es un libro de esos que según quién lo lea y cómo lo lea puede adquirir un sentido u otro completamente distinto. Si uno se considera “príncipe” y se toma los consejos de Maquiavelo al pie de la letra, sin duda les sacará buen provecho y se dará cuenta de que todo lo que dice el florentino es acertado cuando de alcanzar metas se trata. Pero si se hace una segunda lectura un poco más cuidadosa podremos llegar a entender que lo que nos muestra Maquiavelo es una cruda realidad. Y nos la muestra generosa y fríamente para que nos enfrentemos cara a cara con ella. Nos dice: miren, así somos, así son nuestros gobernantes, así piensan, así se comportan. Por eso no fue extraño que los poderosos de su época no llegaran jamás a reconocer la figura de Maquiavelo en público. No les debió hacer mucha gracia que alguien contara de forma tan certera cuáles eran sus tejemanejes y a lo que eran capaces de llegar con tal de hacerse con el poder. Los consejos de Maquiavelo no eran colaboraciones, sino puñaladas soterradas a los reyes y príncipes.
Es como si yo escribiera el siguiente consejo a un banquero: Usted piense que las personas son miedosas, y que nada temen tanto como la pérdida de sus ahorros. Y una de las consecuencias más notables que tiene el miedo es que dificulta el raciocinio, pues el miedo es un instinto natural que nació para combatir un riesgo inminente, no uno mantenido. Ahora bien, a usted le interesa que la gente tenga miedo continuamente, porque de ese modo jamás dudará en usar sus servicios. Por eso, lo que debe hacer sobre todas las cosas es conseguir que ese miedo siempre esté presente.
No me negarán que éste puede ser un buen consejo, acertado incluso. Pero asimismo acordarán conmigo que a un banquero no le gustaría nada ver publicado algo así. Porque con este consejo lo que estoy haciendo es retratar al banquero. También me retrato a mí, es cierto, y es posible que la historia sólo recuerde mi maldad y cinismo, en lugar de la del banquero, como ha pasado con Maquiavelo. Pero si pensamos que Maquiavelo era una de las inteligencias más finas de su época, y que escribió otros libros en los que defiende la democracia como el mejor de los sistemas, tal vez podamos concluir que El Príncipe no es lo que parece.
Maquiavelo es uno de esos personajes universales que todo el mundo cree conocer, aunque no se tenga de él más que una noción superficial y vaga. En realidad, no se trata más que de un nombre que ha perdurado en el imaginario colectivo, como tantos otros, al que asociamos inmediatamente una sencilla frase, sin que nos parezca que haya mucho más que decir sobre él, como si dicha frase resumiera magistralmente su entera existencia. Le podemos equiparar, de este modo, a otros como Sócrates, “Sólo sé que no sé nada”; Descartes, “Pienso luego existo”; el Che Guevara, “Es mejor morir de pie que vivir arrodillado”, y otros muchos. En este caso, la frase de Maquiavelo vendría a ser “El fin justifica los medios”. A mí todas estas frases siempre me han parecido como libros en blanco, un montón de páginas sobre las que cada cual podría escribir, interpretar, cualquier cosa, pero que en realidad no dicen demasiado en sí mismas, y mucho menos pueden hacer justicia a quienes las dijeron, lo mismo que difícilmente puede un sólo titular o epitafio resumir toda una vida.
Pero no quiero desviarme más del tema, porque lo que en realidad quería decir en este artículo es lo siguiente. La cuestión, pues de cuestionar hablamos, es que me he hecho las siguientes preguntas. ¿Cómo sería El Príncipe si Maquiavelo en vez de nacer en 1469 hubiera nacido quinientos años después, en 1979? ¿Cómo sería El Príncipe si Maquiavelo lo hubiera escrito en el 2006, en lugar de en 1513? ¿Cómo sería El Príncipe si en lugar de haber nacido su autor en la Florencia de los Médicis, hubiera nacido en el Lanzarote de los Rosa?
Bien, pues yo he jugado, por puro divertimento, ese papel. Me he creído Maquiavelo y me he permitido reflexionar acerca de qué estrategias serían las más acertadas para que un político alcanzara su gran objetivo. Que es, como recordamos, llegar a la presidencia, alcaldía o cuanto menos consejería o concejalía. Me he permitido ver la política desde ese punto de vista con el que casi todos la contemplan, una suerte de competición que bien podría enmarcarse en unas olimpiadas cualesquiera, cada cuatro años celebrada, pero que en lugar de repartir medallas reparte cuotas de poder.
Para empezar, obviamente, el título de su libro habría sido diferente. En lugar de llamarse El Príncipe, se habría llamado “El Político”. Algunos fragmentos de dicho libro podrían ser los que siguen:
Sé que todavía hay quienes creen que la política es otra cosa, una especie de arte que tiene como objeto la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos. Pero desengáñense. Eso son ilusiones típicas de adolescentes soñadores, de poetas bohemios o de utópicos crónicos. La política es una competición. Y, como en cualquier competición, sólo vale una cosa. Ganar.
En esta competición hay dos tipos de personas. Los que participan activamente y entran a saco en el juego y los que simplemente se dedican a decidir quiénes son los ganadores del juego, votándoles o dejándoles de votar cada cuatro años, normalmente. El objetivo de los primeros es convencer a los segundos de que les voten a ellos y no a los rivales… Por todos los medios que les sea posible. Todavía hay un tercer tipo de personas, son aquellas que se mantienen aparentemente al margen del juego, pero al que en realidad prestan toda su atención, ayudando a unos participantes o a otros con el único fin de sacar rédito a la medalla que su candidato obtendrá gracias, en parte, a ellos. A estos últimos podríamos llamarlos patrocinadores, y aunque su presencia es importante, e incluso decisiva, los pasaré por alto, pues aquí no se trata de dar consejos más que a los que pretenden ganar por sí mismos alguna medalla.
Una vez has decidido entrar en el juego como participante activo, tienes que tomar una primera decisión. No es irrevocable, pero sí que has de tener en cuenta que esa primera elección marcará de forma importante tu tipo de juego e incluso tu percepción del juego. Esta primera decisión consiste en elegir equipo. Puedes escoger en conciencia, pero tampoco importa demasiado. Lo único que has de tener en cuenta es que lo importante consiste en llevarte alguna medalla al final, así que lo que debes hacer es asegurarte de que apuestas por caballo ganador.
Has de hacerlo con tiento y teniendo plena conciencia de cuáales son tus posibilidades reales. No es lo mismo jugar en el Madrid que en el Getafe. Probablemente en el Madrid tendrás más posibilidades si consigues entrar en la lista de convocados, pero ten en cuenta que en el Getafe tendrás más opciones para destacar. Pero las cosas no son tan sencillas, porque en este juego cambiar de equipo no está bien visto. Por mucho que destaques en el Getafe, y precisamente si destacas, no vas a poder fichar luego con el Madrid de buenas a primeras, sino que tal vez te veas condenado a jugar en tu primer equipo durante el resto de tu vida. Por eso, mira pros y contras, piénsatelo bien y luego decide.
También te puedes creer tan bueno en el juego que te consideres capaz de, con tu sola presencia, hacer que un equipo considerado mediocre, consiga grandes resultados gracias a ti. Pero no es recomendable esta actitud. Por muy bueno que te creas, es prácticamente imposible que llegues a ningún sitio sin un equipo medianamente competitivo. Así que, primera regla. No juegas sólo. Puedes ganar o perder, pero el equipo seguirá existiendo mucho después de que tú lo dejes, lo mismo que existía antes. Otra cuestión es que te crees uno de cero, a medida; en ese caso las reglas son un poco distintas.
Ésta es una competición un poco especial, una competición en la que el control del tempo es importantísimo. Saber esperar y tener paciencia hasta encontrar el momento justo es crucial si quieres subir al podio. No te precipites jamás, no suscites las envidias de tus compañeros de partido, no te hagas notar demasiado hasta que te sientas realmente preparado. Porque, si bien es cierto que sin equipo no puedes llegar a ningún sitio, no es menos verdad que al principio tus principales rivales no estarán tanto en los equipos contrarios como en el propio. No en vano tu primer objetivo consistirá en encaramarte poco a poco a los principales puestos de la lista de tu partido. Has de hacerlo con mucho tiento, sin llamar la atención, procurando que parezca que son los demás los que te eligen para el puesto, no tú quién lo pide.
Míralos como adversarios, pero siempre teniendo en cuenta que también son compañeros de partido. Es un doble juego que al principio te costará un poco, pero con la práctica te saldrá solo. Sopesa con juicio certero las virtudes y defectos de cada uno. No te será difícil hacer estos análisis en las distintas reuniones y charlas que tengas con ellos. Tienes que averiguar quienes te pueden poner las cosas más difíciles y actuar en consecuencia.
Ahora supongamos que has llegado al número uno de tu partido. Sé que es mucho suponer y que nos hemos saltado unos cuantos pasos, pero es que esto no puede ser más que un pequeño artículo introductorio.
Una vez que llegas a lo más alto de tu partido has de centrarte de lleno en tu siguiente paso, el más importante. Conseguir votos. Antes que nada, unas elecciones se deciden siempre en los últimos meses de legislatura. Algunas, incluso en los últimos días. Por supuesto, si has estado en la oposición has debido ocuparte de machacar al gobierno conveniente y concienzudamente. Todo va mal, hay que ver lo mal que lo están haciendo y esas cosas. Pero tampoco te preocupes demasiado, porque el verdadero partido, el decisivo, se juega al final. La memoria de las personas es así, por mucho que queramos somos incapaces de recordar las cosas que pasaron hace tres años con la misma claridad que lo que sucedió hace uno. Así pues, aunque el gobierno lo haya hecho todo perfecto durante su legislatura, lo cual significaría necesariamente que tu partido lo hizo mal, al no haber sabido extradimensionar sus pequeños fracasos, ten en cuenta esta importante cuestión. Las elecciones se ganan o se pierden en los últimos meses.
Por supuesto, si llegas al poder y pretendes mantenerlo, esta premisa es igualmente válida. Tu último año ha de ser impecable, debes ser plenamente consciente de que durante los otros tres has de ahorrar de cara al último. Que no te preocupen las críticas durante ese tiempo. Aguanta el chaparrón lo mejor que puedas y ahorra como una hormiguita previendo las necesidades que tendrás ese último año. En la política algunas veces es mejor dejar para mañana lo que puedes hacer hoy. Y es que en ese el último ejercicio tendrás que finalizar todas las obras, organizar todos los eventos y demostrar, en resumen, que tu gobierno es un gobierno activo, que hace cosas constantemente y que trabaja para el ciudadano. Cuando todos esos votantes indecisos, que son los que siempre hacen ganar o perder unas elecciones, se presenten en el colegio, harán memoria y pensarán en todo lo que se ha hecho últimamente. No tratarán de recordar cómo eran las cosas dos años atrás, eso les parecerá demasiado tiempo, su balance se limitará a comprender unos pocos meses o como máximo un año. Por tanto, un año es tiempo más que suficiente. También hemos de considerar que los seres humanos somos animales de costumbres, y un año es tiempo sobrado para que cualquier persona se acostumbre a que las cosas sean de cualquier forma… y piensen que siempre van a ser así.
Tal vez haya exagerado un tanto con este relato. Si alguna persona metida a político lee estas líneas es posible que incluso se sienta ofendida, al considerar que les achaco tanta frialdad en sus actos y tan escasos escrúpulos morales. Les será fácil entender ahora que muchos de los príncipes a los que Maquiavelo presentó su escrito más célebre lo rechazaran sin miramientos. Porque Maquiavelo, igual que yo he hecho en estas líneas, no dijo nada nuevo, simplemente se limitó a dejar por escrito las prácticas que por aquel entonces eran comunes de cara a hacerse con el poder, así como para mantenerlo.
Como dije al principio, ésta no es una crítica hacia los políticos, sino hacia la política actual. Hemos convertido el concepto de política en sinónimo de competición pura y dura, absolutamente al margen de matizaciones éticas. Y digo yo: ¿cómo es posible dejar al margen la ética cuando la política, en teoría, consiste en el bienestar y mejora de las ciudades y sus ciudadanos, el país y sus paisanos? ¿No requiere la misma concepción de “bienestar” hacer un juicio ético para saber en qué consiste ese bienestar? ¿Cómo es posible entonces que hayamos convertido la política en esto?
Porque no se crean, tal vez yo haya caricaturizado un poco, debido a la brevedad, pero los partidos políticos hoy en día están repletos de Maquiavelos. Maquiavelos más maquiavélicos que el propio italiano. Asesores de imagen, asesores de campaña, ayudantes, colaboradores personales y un largo etc. Todas ellas, personas pagadas exclusivamente para optimizar la imagen de los partidos y de los políticos de cara a un único y exclusivo objetivo: Ganar.
Precisamente salió una noticia el otro día. El ministro Montilla había contratado como asesor personal a uno de los guionistas de Buenafuente. ¿Para qué querrá un guionista un político?, se preguntarán ustedes. Pues se lo pueden imaginar. Pero no hablemos sólo de Montilla, todos los partidos, incluso los más modestos, saben que una buena estrategia y una buena imagen son cruciales si se quieren obtener mejores resultados. Mucho más cruciales, por ejemplo, que un buen programa o la garantía de realizar una actividad política coherente. Y es que, en el fondo, todos conciben la política como un gran juego, una magnífica competición en la que los prejuicios éticos sólo tienen cábida cuando tenerlos puede suponer alguna ventaja electoral. Me parece una tremenda impostura que deberíamos desenmascarar de una vez porque nos aleja, sin ningún genero de dudas, de lo que debería ser la verdadera política, lo que durante un tiempo fue y jamás debió dejar de ser, el arte de hacer de las polis, llamemoslas pueblos, ciudades, autonomías o estados, lugares mejores para vivir.
Anabel Medina
14:11 | 29 Septiembre 2006 | Permalink
Pienso que si existiese un Maquiavelo contemporáneo y hubiera nacido en Lanzarote, no podría evitar cargar con el lastre de los debates identitario-nacionalistas y muy probablemete su contribución al pensamiento político sería irrelevante.
Si por suerte el Maquiavelo de hoy hubiera nacido en Nueva York, estoy convencida de que no encontraría sentido en aconsejar a unos inexistentes “príncipes” y sí en dedicar sus energías a buscas vías para incrementar las competencias de los organismos internacionales.
Creo que trabajaría para la ONU, quizás como Comisionado de la misma menera que el Maquiavelo real fue embajador de Florencia. Pero a diferencia de éste, cuyo principal objetivo fue afianzar la soberanía florentina, nuestro Maquiavelo se vería obligado a darnos consejos para socabar la soberanía nacional para que organismo como el Tribunal Penar Internacional, acuerdos como el Protocolo de Kioto o el de No Proliferación de Armas Nucleares se desarrollasesnsin trabas y pudiéramos buscar soluciones a problemas como el del cambio climático, la seguridad o la extensión de los derechos humanos.
Jorge Marsá
14:30 | 29 Septiembre 2006 | Permalink
Me voy a permitir resumir la tesis del artículo de Fernando entresacando de él tres citas:
“Sé que todavía hay quienes creen que la política es otra cosa, una especie de arte que tiene como objeto la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos. Pero desengáñense. Eso son ilusiones típicas de adolescentes soñadores, de poetas bohemios o de utópicos crónicos. La política es una competición. Y, como en cualquier competición, sólo vale una cosa. Ganar”.
“Hemos convertido el concepto de política en sinónimo de competición pura y dura, absolutamente al margen de matizaciones éticas”.
“Me parece una tremenda impostura que deberíamos desenmascarar de una vez porque nos aleja, sin ningún genero de dudas, de lo que debería ser la verdadera política, lo que durante un tiempo fue y jamás debió dejar de ser, el arte de hacer de las polis, llamemoslas pueblos, ciudades, autonomías o estados, lugares mejores para vivir”.
Si aceptáramos su tesis de que la política es básicamente el reino del cinismo y una competición en la que no caben los principios, y que debería ser “el arte de hacer de las polis lugares mejores para vivir”, el producto de esa actividad ha provocado unos resultados que, según su opinión, sólo cabría entender como absolutamente paradójicos: la competición ha logrado que nuestra calidad haya mejorado de forma llamativa.
Porque eso es lo que ha pasado desde hace tiempo, y con claridad desde después de la Segunda Guerra Mundial en las democracias políticas que denominamos occidentales (como si Japón lo fuera). La política, que desde entonces se habría convertido en lo que Fernando nos describe, ha contribuido decisivamente a incrementar la calidad de vida de la mayoría de los ciudadanos de una forma inimaginable hasta entonces en la historia de la humanidad.
Así que nunca el bienestar de la mayoría fue mayor que desde que la política se convirtió en esa carrera sin principios y sin escrúpulos que nos relata Fernando. Aunque sólo fuera un subproducto no perseguido de esa actividad, parece obligado convenir en que el éxito ha sido importante.
Por otra parte, parecería lógico hacerse la pregunta de si es característica exclusiva de ese denostado gremio lo de la carrera con el único objetivo de ganar. Si son tan especiales los políticos, tan diferentes a los empresarios, los sindicalistas, los abogados, los fontaneros, los campesinos… a los que, por lo que parece, guiarían sus principios éticos y no estarían dispuestos a ganar según de qué forma.
C. Miguel
11:33 | 1 Octubre 2006 | Permalink
Sólo quisiera hacerle una observación a Marsá, qué entendemos por calidad de vida y bienestar. Para mí son dos cosas completamente distintas, aunque en ocasiones tengan puntos de coincidencia.
Calidad de vida teóricamente sería el equilibrio ideal del ser vivo con su medio, es decir que la interrelación biótica sea fluida. Mientras que en un sentido practico seria la cálida medio ambiental, la educación, la sanidad, la cultura, la Libertad en el más amplio sentido de la palabra y, tal vez la más importante socialmente para que las otras se desarrollen correctamente, el correcto y pulcro funcionamiento de las instituciones.
“El bienestar”, teóricamente sería la satisfacción de las necesidades naturales del hombre. Sin embargo en la practica suele ser todo aquello que facilite nuestra actividad laboral y de ocio. Éstas, en muchas ocasiones son creadas por el sistema para favorecer su continuidad. Y que por otra parte, el esfuerzo y medios empleados en obtenerlas, muchas de las veces, tal vez demasiadas, nos resta “calidad de vida”.
Hasta las cosas más malas aportan un beneficio, aunque el beneficio sea únicamente saber lo que no quieres. Hasta Franco nos aportó un beneficio, nos hizo unir a todos contra él, bueno a casi todos.
Jorge Marsá
20:24 | 1 Octubre 2006 | Permalink
Acostumbro a utilizar “calidad de vida” y “bienestar” como términos sinónimos, porque así creo que los utilizan los economistas y sociólogos, aunque quizá me equivoque y resulte pertinente la diferencia que usted establece. En cualquier caso, es la primera vez que la leo.
Por supuesto que la “calidad de vida”, el “bienestar” o las “necesidades” de los humanos son términos que cobran su sentido en función del estado de desarrollo de cada sociedad. Hoy consideramos necesidades cosas que hasta hace bien poco se habrían estimado como auténticos lujos en casi cualquier sociedad.
Es decir, que estamos ante conceptos que son sociológicos y cuya definición resulta complicada. Me parece probable que mi idea de lo que sea la calidad de vida coincida en gran parte con la suya, que no la veamos tan ligada a lo que se viene en llamar el consumismo como al parecer la ven otros. De hecho, mi vida ha mejorado notablemente desde que hace unos pocos años tuve la oportunidad de elegir entre más dinero o más tiempo. La disponiblidad de ese tiempo (que conllevaba la renuncia a incrementar mis ingresos: de clase media-media) se ha convertido en un factor fundamental a la hora de incrementar mi calidad de vida.
Sin embargo, soy perfectamente consciente de que muchas otras personas eligen, cuando pueden y si es que pueden, la dirección contraria, esto es, que prefieren un aumento de los ingresos que les permita incrementar sus posibilidades de consumo, aunque ello les suponga incluso tener que trabajar más horas.
¿Podemos decir que su calidad de vida se resiente? ¿Podemos decir que su afán por el consumo empobrece su vida? Así sería para usted y para mí; pero no para ellos. Por lo tanto, el concepto de calidad de vida está claramente ligado a las elecciones que cada persona realiza. No obstante, y para entendernos, podríamos aceptar que sociológicamente parecería correcto aceptar que calidad de vida sea lo que la mayoría de la población considere que es.
Y desde ese punto de vista, creo que la inmensa mayoría de la población mundial estaría en desacuerdo con su afirmación de que el “sistema” (que no sé muy bien qué cosa sea) “para favorecer su continuidad” “nos resta calidad de vida”. De hecho, creo que esa mayoría de la población mundial envidia mucho más el enorme supermercado de las satisfacciones que hoy son las sociedades ricas que sus libertades o su desarrollo cultural. Así que algo debe tener el supermercado, que a lo mejor usted y yo ignoramos, para que constituya la imagen con la que sueña la mayoría de los humanos.
Un saludo.
C. Miguel
23:31 | 1 Octubre 2006 | Permalink
Parece que en línea general esta usted de acuerdo con lo que dije anteriormente. En cualquier caso y si usted me lo permite quisiera insistir en el tema.
Claro que al final el lenguaje es un convenio que hace la mayoría, y un termino sociológico es lo que la mayoría cree que es. Pero no por eso están en posesión de lo correcto, pongamos un ejemplo, todos sabemos el daño que causa los combustibles fósiles al medio ambiente, polución, calentamiento y enfriamiento global, capa de ozono etc. Aun así se insiste en utilizarlo para tener abastecido el “gran supermercado” del bienestar como usted bien dice. Pero evidentemente ese hecho merma nuestra calidad de vida, ¿o no? Por qué no se usan las energías limpias, siendo hoy y desde hace mucho tiempo tecnológicamente posible.
Ahora bien, que esa población mundial prefiera el consumo desmedido debido a cualquier motivo o ignorancia, la mayoría de las veces inducida por el Sistema (sistema político, religioso, trust empresarial o grandes monopolios, medios de comunicación y publicitarios etc.) no quita que el deterioro del medio sea una realidad y por ende la “calidad de vida” a escala mundial sufra una merma. Y no me refiero en concreto al hombre, sino al sistema ecológico de la Biota y en particular a las bacterias, pues la vida en la Tierra puede existir perfectamente sin el hombre y otros animales, pero no sin bacterias.
Resumiendo Sr. Marsá, sí pero no. Y me alegro de que haya tomado esa decisión, el “tiempo” es la variable que frecuentemente casi todos ignoramos
Jorge Marsá
12:39 | 2 Octubre 2006 | Permalink
Tengo bastante claro que el gran problema de la humanidad es, junto a la pobreza, la crisis ecológica, y que sus dos aspectos más graves son el cambio climático y la masiva extinción de biodiversidad. Ahora bien, de la afirmación de que “el deterioro del medio ambiente sea una realidad”, no se concluye en mi opinión, ni mucho menos, que “por ende la ‘calidad de vida’ a escala mundial sufra una merma”.
Creo que las consecuencias del deterioro del medio ambiente se sufrirán de forma más claramente perceptible en quizá un par de décadas, pero hasta el momento tengo la impresión de prácticamente nadie en el “supermercado” occidental ha visto deteriorada su calidad de vida por la crisis ecológica que nuestro modo de producir y consumir provoca (otra cosa es lo que ocurre en ciertos lugares del Tercer Mundo). Porque si esa crisis hubiera repercutido de verdad en la calidad de vida de los ricos, en la nuestra, estaríamos en otra situación: estaríamos haciendo algo para evitarla. Porque, seguro que convendrá conmigo, que a la gran mayoría de la población del “supermercado” se la trae al pairo la biota, las bacterias y todo lo que no seamos nosotros, y lo que es peor, le importa una higa lo que ocurra con las generaciones futuras.
Eso es lo que hay, en mi opinión; y no creo que haya que culpar a ningun “sistema” de lo que es responsabilidad nuestra. Pero con una calidad de vida que para sí la quiere cualquier hijo de vecino que habite en este mundo o en el pasado.
PD: hace ya dos años, escribí en Cuadernos del Sureste, junto con Ginés Díaz Pallares, un largo artículo en el que trataba de explicar por qué en mi opinión resultaba improbable que las sociedades actuales afrontaran de verdad la crisis ecológica, porque habría que esperar a que sus consecuencias fueran bastante más dramáticas para que se tomaran medidas. Por si le interesa: “La crisis ecológica global: razones para el pesimismo“.
Fernando Marcet
19:53 | 2 Octubre 2006 | Permalink
Agradezco los comentarios, y me disculpo por la amplitud del artículo que no invita, precisamente, a ser leído con fluidez en un medio de consumo rápido como internet.
Si no lo he entendido mal Jorge mantiene que la política, tal y como ha venido funcionando en los últimos años en occidente, ha mejorado notablemente la calidad de vida de los ciudadanos, y que por tanto deberíamos darle la oportunidad de seguir como hasta ahora.
Yo quisiera poner un ejemplo gráfico. Imaginemos que vamos en un coche diseñado para no ir a más de 160 por hora. Nosotros lo cogemos y sobrepasamos continuamente los 180. La primera hora todo va bien. Genial, vamos más rápidos y el coche parece ir perfectamente, así que no hay por qué cambiar nada. A la segunda hora algunas agujas empiezan a moverse. Parece que el motor se está recalentando, pero nosotros seguimos a lo nuestro. ¿acaso no sigue corriendo el coche normalmente? Siempre es posible que las agujas esas se hayan vuelto locas. A la tercera hora, el motor del coche explota, totalmente sobrepasado, y nos quedamos tirados en medio de la carretera.
Pues a mi entender esto es lo que está pasando con el modelo que rige el comportamiento de todos los occidentales. Y no solo en política. Una vez nos autoconvencimos, y nos convencieron, de que si competíamos los unos con los otros egoístamente al final el conjunto saldría beneficiado. Y de hecho funcionó. Ha funcionado durante todo este tiempo. Pero igual que el coche al que llevamos a ciento ochenta todo el rato, cada vez hay más señales que nos indican, sin lugar a la duda, que tenemos el planeta sobreexplotado.
Porque la lucha egoista tiene dos consecuencias que solo empiezan a notarse pasado un tiempo. La primera es la sobreexplotación de los recursos. Cuando uno se rige únicamente por intereses personales no tiene en cuenta que los recursos puedan escasear en un futuro más o menos lejano, al contrario, se lanza a coger todo lo que puede previendo la escasez. La segunda consecuencia es que la lucha egoista por el capital al final acaba acumulando todo el capital en unos pocos focos de poder, acumulación que es totalmente contraria a los presupuestos capitalistas, que se fundamentan en la libre competencia. Si todo está en manos de unos pocos se acabó la competencia.
La política, como no podria ser de otro modo, se ha convertido en un sucedáneo de este modelo. Luchemos todos contra todos, compitamos entre nosotros, que así el conjunto saldrá beneficiado.
En definitiva hay motivos para pensar que, tanto a nivel económico como a nivel político, la creencia de que la lucha egoista favorece al conjunto es una creencia erronea. Tal vez funcione como solución revolucionaria al principio, pero a la larga se hace insostenible y una revisión del modelo es inevitable sino quiere colapsar de la peor manera.
C. Miguel
11:13 | 3 Octubre 2006 | Permalink
Su articulo Marcet, me pareció un buen toque de atención y para reflexionar sobre el Sistema económico y político de Occidente. No sé si usted lo dijo, y si no lo digo yo. Las medidas neoliberales van dirigidas a conseguir un único efecto: limitar el terreno publico, donde la gente pueda decidir, y traslada esa decisión a manos privadas o como alguien dijo, “tiranía privada” Aunque parece que esto está cambiando sobre todo en América Latina, por lo que el todo poderoso EEUU se está poniendo nervioso.
Si me permite pondré mi replica a Marsá en esta misma pagina.
Tal vez tenga usted razón Marsá, pero eso no quiere decir que mi preocupación y deber conmigo y con las personas que tienen alguna preocupación por una biota sostenible no vaya a continuar. Y sigo culpando al Sistema, porque pone todos los medios para que todo de lo que se ha hablado aquí ocurra, y con su poder mediático anula cualquier chispa de rebelión, dejando a la mayoría en un estado de puro observador pasivo, bien “engoao” (“engoo” que el mismo pescado compra y bastante caro) y obediente.
Sobre el cambio climático estoy de acuerdo con usted, y como usted dice, probablemente ocurra en un par de décadas venideras. Sólo que yo no lo achacaría al deterioro del medio ambiente o calentamiento global sino cuando al enfriamiento global se acentue, debido a los ciclos de fusión solar, según algunos científicos será dentro de unos 10 o 20 años cuando la radiación solar disminuya, la cual tardaría otros cuantos en notarse en la Tierra, en todo caso y según los científicos sería relativamente corta y en zonas muy concretas.
Y no entiendo cuando usted dice que el deterioro del medio ambiente no influye en la calidad de vida. Yo lo veo de esta manera, si un medio donde se desarrolla un ser vivo es alterado, en principio a éste le afecta negativamente, aunque luego su existencia dependa de su capacidad de adaptación al nuevo medio.
El deterioro del medio es conocido por toda esa gente que acude al “supermercado”, pero otra cosa es que lo ignoren. A éstos igual que les ocurre a los “buenos” fumadores siguen fumando a sabiendas de que es dañino y estarán en el ultimo suspiro y seguirán pidiendo “una caladita por favor”
Por otra parte, usted me está diciendo que mal de muchos… y claro así no llegamos a ninguna parte.
Leeré con atención el articulo de Gines y suyo.
Un saludo
marin
22:42 | 6 Noviembre 2006 | Permalink
hola chicos , lo que pasa esq se estan saliendo del tema lean esto:
“El príncipe” es un libro cuya esencia es política, comprendida como el arte de gobernar, en ella se muestra diversas estrategias de obtener y mantener el poder.
En un primer momento, se hace análisis de la naturaleza y clases de principado, así como las condiciones para crearlos, consolidarlos y mantenerlos, es decir una reflexión genérica sobre el escenario político. Seguidamente se analiza el cuerpo militar, sus funciones y los riesgos de confiar en una tropa mercenaria, así como la necesidad de contar con un cuerpo militar propio y leal. Finalmente se hace reflexión sobre las virtudes personales del príncipe para guiar una acción, conservar el poder y establecer bases de dominación social a través de medios estratégicos y la astucia, relacionados fundamentalmente con la crisis italiana basados en los que es la fortuna y la virtu.
Concluye la obra haciendo un llamado a redimir el país de Italia, ya que esta se encuentra desolada y busca una esperanza; además de presentar la necesidad, prudencia y oportunidad de un nuevo príncipe.
Sin embargo el príncipe o el gobernante, tiene como misión la felicidad de sus súbditos y ésta sólo se puede conseguir con un Estado fuerte. Para conseguirlo tendrá que recurrir a la astucia, al engaño y, si es necesario, a la crueldad. La virtud fundamental es la prudencia, para la conveniencia del Estado. Si el interés de la patria exige traición o perjurio, se comete. “La grandeza de los crímenes borrará la vergüenza de haberlos cometido”. Los medios no importan: no es necesaria la moral, sino un realismo práctico, no lo que debe ser, sino lo que es en realidad. Política y moral son dos ámbitos distintos e incluso contradictorios.
El discurso que se maneja en todo el libro apela a la astucia y el engaño, es decir olvida la moralidad que debe haber en un gobernante. Para Maquiavelo la política no es la búsqueda del bienestar social, sino que se reduce a una técnica de subordinación y manipulación social “los príncipes debe ejecutar a través de otros las medidas que puedan acarrearle odio y ejecutar por sí mismo aquellas que le reportan el favor de los súbditos. Debe estimar a los nobles, pero no hacerse odiar con el pueblo”, lo que se logra por medios que no importa cuan crueles sean, es decir “el fin justifica los medios”.
En el texto no se toma en cuenta el poder del DINERO en las desiciones políticas, la influencia de los medios de comunicación masivo, ni se toma en cuenta el rol de los agentes de inteligencia de un país, en todo caso estamos ante una manifestación individualista y centralista del poder.
Para Maquiavelo el hombre es por naturaleza perverso y egoísta, sólo preocupado por su seguridad y por aumentar su poder sobre los demás; sólo un estado fuerte, gobernado por un príncipe astuto y sin escrúpulos morales, puede garantizar un orden social justo que frene la violencia humana y a las formas de Estado de su época. los hombres son ingratos, volubles, simulan lo que no son y disimulan lo que son, huyen del peligro, están ávidos de ganancia; y mientras les haces favores son todos tuyos, te ofrecen la sangre, los bienes, la vida y los hijos cuando la necesidad está lejos; pero cuando ésta se te viene encima vuelven la cara. Los hombres olvidan con mayor rapidez la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio; es así como emplea el mal, siendo este un inhumano y bajando la moral a los niveles más ínfimos de la humanidad.
me importa una m.. si les convence, ps entonces ablen de Maquiavelo, no jodan con la basura….. bye , aver….. ¿quien me refuta .-? jajja
ah y les invito q se conecten a: [email protected]
los espero con comentarios a favor y en contra, ps la razon no es mas que un juego de palabras, si hoy te digo lo contrario, mañana podria decirte algo mejor , solo depende del argumento, byeeeee
Janeth
0:21 | 7 Enero 2020 | Permalink
Hablas de desenmascarar esa sucia poltica, y estoy en acuerdo contigo….pero realmente llegamos a creer que eso podria pasar, la verdad es un mundo de mentiras, corrupcion que se destapa delante de nosotros y no hacemos nada…miles de personas que se dejan llevar por regalitos, otros tantos convencidos por la avaricia y los de arriba enriqueciendose y fregados los demas.
Maquiavelo habla de muchas realidades, cosas que quien se iba a imaginar que serian ciertas hatas el dia de hoy. Una politica sucia donde los intereses estan en juego, no para tener un pais mejor, sino para darles lo mejor a los mas cercanos por asi decirlo.
Yo soy estudiante de profesional y me da tanto coraje ver como se nos convence como lo hicieron los españoles, nos dan espejitos robandonos lo verdaderamente importante, politicos que se pudiera pensar que ya nadie cree en ellos pero la realidad no es asi, la gente en algunos lugares los adora, hasta parece que los pone en un altar, es triste y vergonzoso darnos cuenta de la cruel realidad, quedarnos atonitos ante las injusticias que diariamente se comenten, pero al fin de cuentas son politcos con fuer….
Por eso me gusta mucho leer sobre politica, y cuando leei a maquiavelo me impresiono mucho, pero creo que tambien necesito releerlo varias veces con distintos puntos de vista para poder entender mucho mejor el texto